martes, 7 de junio de 2011

Atalaya del 1 de enero de 1970, págs. 8-15

Dios remunera a los que buscan encarecidamente
“Además, sin fe es imposible agradarle bien, porque el que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que viene a ser remunerador de los que lo buscan encarecidamente.”—Heb. 11:6.
¿ES USTED padre, o madre, o quizás un miembro de familia que vive en casa con sus padres? En cualquier caso, ¿no está de acuerdo en que una cosa muy necesaria para que sea feliz la vida de familia es el que usted pueda expresarse sin reservas según tenga necesidad o deseo? En medio de las condiciones actuales a menudo sucede que tales necesidades y deseos no pueden hallar salida normal y apropiada y quedan reprimidos. Pero todavía están allí y no es fácil acallarlos, pues encuentran una salida, posiblemente por conductos que son perjudiciales. Se hacen plenamente patentes desde la niñez más temprana. El chiquillo llora pidiendo compasión y atención por la cosa más pequeña. Si algo le deleita, quiere enseñárselo a alguien que responda con comprensión. ¿Quién no ha visto a un niñito sufrir algún accidente leve mientras juega fuera de la casa, entonces silenciosamente contener su dolor, entrar de prisa en la casa para hallar a su madre, y solo entonces sentir que puede desahogar sus sentimientos?
2 Sí, el hombre tiene la habilidad y el fuerte deseo de comunicarse, de compartir con otros las cosas que le preocupan y le interesan. Encarecidamente trata de expresarse, ya sea por el puro placer de ello, o para conseguir ayuda cuando la necesita, o por el gozo de ayudar a otro que necesite ayuda. ¿Podemos determinar la causa de este fuerte deseo? Ciertamente. El hombre posee una mente que razona e inquiere. Puede explorar, inventar y organizar. Tiene un agudo sentido de lo correcto y lo incorrecto. Puede escoger y formar juicio. Puede profundizarse en entender las cosas y puede edificar un profundo aprecio por las cosas y por la gente. Lógicamente se desprende que él mismo desee que otros lo comprendan y aprecien. Puede amar y tiene un intenso anhelo de que ese amor sea recíproco, lo cual resulta en sentimientos de la mayor satisfacción y estímulo cuando se realiza la reciprocidad del amor. ¿No es esto algo que usted conoce por propia experiencia? Estas maravillosas facultades y cualidades existen para que se ejerzan y naturalmente requieren expresión, e impulsan el deseo de que haya comunicación.
3 Sin embargo, este deseo trae a colación otro factor importante, a saber, el de la relación. Los dos están estrechamente enlazados, pues cada uno depende del otro. Uno no puede disfrutar de comunicación plena y sin reservas a menos que se mantenga una buena relación. Por otra parte, uno no puede edificar una buena relación sin aprender a comunicarse. Hay que desarrollar ambos factores cuidadosamente, y como prueba nos referimos de nuevo a los niños. Ellos tienen el deseo natural de expresarse y lo hacen espontáneamente, dando por sentada la atención amorosa que se les otorga, la buena relación. Pero bastante temprano, si se les entrena apropiadamente, se les enseña a comprender que ni siquiera su madre va a contestar inmediatamente todo lloriqueo suyo. Aprenden que hay veces en que tienen que quedarse callados. Se les entrena a comprender que una buena relación se puede echar a perder por el comportamiento malo. Al crecer aprenden que en todo aspecto de la vida los dos factores de comunicación y relación desempeñan un papel vital, sea en la escuela, o al formar amistades, especialmente con los del sexo opuesto, o cuando se sale al mundo para negocios o placer. Sí, estos dos factores contribuyen mucho a la felicidad y éxito de uno en la vida. Jamás debemos dejar de aprender a mejorar estos dos factores y así promover y salvaguardar nuestros mejores intereses de la vida.
UN NIVEL SUPERIOR
4 ¿Podemos elevar esta consideración a un nivel superior? Muchos quedan satisfechos con circunscribir la consideración de estos factores a comunicación humana, pero, ¿es correcto o razonable hacerlo? ¿No será posible que al obrar así perdamos un sentido de satisfacción aun más profundo, con beneficios más duraderos y seguros? Ciertamente la posesión de cualidades y habilidades tan excelentes como las que ya se han mencionado son prueba incontrovertible de que el hombre no es el resultado de alguna fuerza ciega e impersonal, sino que es el producto de una Mente Magistral suprema, de un Diseñador y Creador inteligente, quien también posee estas mismas cualidades a un grado superlativo. Además, el hombre no es un robot, gobernado por instinto, sino que está libre para usar estos dones o abusar de ellos según lo prefiera. En estos días tanto individuos como naciones hablan mucho de vivir su propia vida y labrar su propio destino. En realidad, optan por pasar por alto existencia de un Creador que tiene un propósito definido para esta Tierra y para el hombre sobre ella. Pero, ¿es correcto o razonable considerar las cosas así y adoptar tal proceder?
5 Confiamos en que ya hemos dado suficiente base para mostrar la sabiduría de no proceder de la manera que procede el mundo ni dejarse influir por su espíritu. Si uno va de acuerdo con esto y admite como cierta la existencia de un Creador, ¿no es razonable que el siguiente paso sea inquirir si Este no le ha dado al hombre una revelación de sí mismo y de su propósito? El poseer una mente que razona e inquiere, con la capacidad de ejercer fe, amor y devoción... ciertamente estos dones excelentes afirmarían que el Dador le debería haber suministrado al hombre la forma más elevada de expresar estas cualidades y remuneraría a los que encarecidamente le buscaran. Habiendo visto cuán importantes son estas cosas en la comunicación entre humanos, veamos si los mismos aspectos envueltos aplican cuando elevamos la consideración a un nivel superior, con conclusiones mucho más remuneradoras.
6 Puesto que la comunicación y la relación desempeñan un papel vital entre nosotros los humanos, ciertamente son aun más vitales entre el Creador y nosotros mismos. Si hasta los niños están conscientes de sus necesidades en cuanto a esto, ¿no es solo natural que sintamos la necesidad y el deseo de disfrutar de una buena relación y comunicación con nuestro Creador como su prole, su progenie? La satisfacción de tales deseos depende, por supuesto, enteramente del Creador. Solo él puede hacerlo posible, ¡y qué gozo es poder decir que él realmente ha hecho esta mismísima cosa! Sí, ciertamente se ha revelado y ha abierto el camino para que nos pongamos en comunicación con él por medio de la oración. ¿Cómo lo ha hecho? Principalmente por medio de su Palabra escrita, la Biblia, y, como la Biblia misma lo explica, también por medio de una Palabra viva, su Hijo amado, Jesucristo, que ha recibido el título “La Palabra de Dios.”—Rev. 19:13; Juan 1:1.
7 En la Palabra escrita encontramos buen apoyo para el argumento que acabamos de dar. Cuando el apóstol Pablo habló a los atenienses, que estaban entregados “al temor de las deidades” y cuya “ciudad estaba llena de ídolos,” aprovechó la oportunidad para explicar acerca del Creador. Dijo que era el “Dios que hizo el mundo y todas las cosas que hay en él.” Confirmó que era placer del Creador el que los hombres “busquen a Dios, por si acaso busquen a tientas y verdaderamente lo hallen, aunque, de hecho, no está muy lejos de cada uno de nosotros. Porque por él tenemos vida y nos movemos y existimos, aun como ciertos poetas de entre ustedes han dicho: ‘Porque también somos progenie de él.’”—Hech. 17:16, 22-28.
8 Con este estímulo, pasamos a inquirir si la Biblia da información específica para nuestra guía en cuanto a la comunicación y la relación de modo que realmente podamos hallar a Dios y aprender a orarle de modo acepto. Aunque, como los niños, a menudo estamos más conscientes de la necesidad de mantener abiertas las líneas de comunicación, no obstante en realidad la cuestión de la relación es mucho más importante. Por eso consideraremos ésa primero. ¿Nos dice la Biblia cuáles son los pasos iniciales necesarios para que podamos hallar favor con Dios y agradarle?
TRES REQUISITOS PRINCIPALES
9 El primer requisito es el de la fe. Pablo aclara esto cuando dice a los hebreos que “sin fe es imposible agradarle bien, porque el que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que viene a ser remunerador de los que le buscan encarecidamente.” (Heb. 11:6) Para la mente que es honrada y que inquiere, no debe ser difícil creer en la existencia de Dios, aunque él, junto con sus cualidades, es invisible al hombre. Esto se debe a que, como Pablo afirma en otra parte, “lo que puede conocerse acerca de Dios es manifiesto . . . Porque sus cualidades invisibles se ven claramente desde la creación del mundo en adelante, porque se perciben por medio de las cosas hechas, hasta su poder sempiterno y Divinidad, de modo que son inexcusables [los hombres que quieren pasar por alto a Dios y suprimir la verdad].” Tomando en cuenta nuestro conocimiento aumentado de la energía ilimitada que está difundida en el espacio, que opera bajo leyes que indican una fuente y control centrales, fácilmente podemos estar de acuerdo con esto. Sin embargo, ¿qué seguridad tenemos de que Dios sea el “remunerador de los que le buscan encarecidamente,” y cómo nos ayuda esto en cuanto a la relación?—Rom. 1:18-20.
10 Aquí de nuevo el registro bíblico nos ayuda. Temprano, en Génesis, capítulo 15, habla de un hombre que buscó encarecidamente a Dios, que ejerció fe en él, y a quien se le prometió un galardón grande. (Gén. 15:1, 6) Se llamó Abrán, nombre que más tarde fue cambiado a Abrahán. ¿Cómo llegó éste a tener fe en Jehová como el Dios verdadero en primer lugar? Esto es importante, ya que señala a un segundo requisito. Abrahán estaba familiarizado con el registro escrito que fue transmitido por medio de sus antepasados, Noé y Sem, y que más tarde formó la primera parte del Pentateuco, y ahora constituye los capítulos de apertura de Génesis. Esta información confiable le dio a Abrahán conocimiento exacto, y éste suministra la base esencial para la fe verdadera. Para nuestro propio provecho, así como para facilitar el que nos pongamos en el lugar de Abrahán y apreciemos mejor su ejemplo excelente, daremos un vistazo a algunas de aquellas cosas registradas primero.
11 En apoyo de nuestro argumento más temprano, se dice claramente que el hombre fue creado a la imagen de Dios, y fue dotado de cualidades y habilidades que le permitirían sojuzgar la Tierra y tener todas las cosas en sujeción. Estaba en comunión estrecha con su Creador y tenía Su bendición, pues disfrutaba de una buena relación con Él. No solo sabía del “poder . . . y Divinidad” de su Creador, sino que tenía abundante evidencia de sus muchas provisiones amorosas, la dádiva culminante entre las cuales fue una ideal consorte y ayudadora que completaba la felicidad del hombre y hacía accesibles todavía más medios de comunión y relación deleitables.—Gén. 1:26-31; 2:18-23.
12 Sin embargo, primero la mujer y luego el hombre, no siendo robots, usaron su libre albedrío en un derrotero de desobediencia voluntariosa al mandato expreso de Jehová. Quisieron vivir su propia vida y labrar su propio destino. ¿Con qué resultado? Entre otras cosas, su relación y comunión con su Creador, y también entre uno y otro, resultaron seriamente perjudicadas. “Procedieron a esconderse . . . del rostro de Jehová Dios,” y el hombre, al ser interrogado, trató de culpar a Dios y a la mujer, diciendo: “La mujer que me diste para que estuviese conmigo, ella me dio fruto del árbol y así es que lo comí.” (Gén. 3:8, 12) Aquí podemos aprender una lección sumamente importante, como sin duda la aprendió Abrahán. Adán y Eva sabían que estaban endeudados con Jehová por la vida y toda cosa buena de que disfrutaban. Mientras reconocieron esto y permanecieron sujetos a su Creador con un espíritu de devoción y dedicación, disfrutaron de las bendiciones de una buena relación y comunión con él. Pero tan pronto como perdieron ese espíritu y se pusieron a hacer su propia voluntad, inmediatamente perdieron esas bendiciones. Eso fue cierto entonces y es cierto ahora. Así podemos comprender que hay un tercer requisito vital, que tiene que ser concomitante a la fe y el conocimiento exacto, a saber, el de la devoción de toda alma a Jehová.
13 Estos tres requisitos están estrechamente relacionados. La fe no es simplemente el asentir mentalmente o creer en algo invisible, no es algo que pueda llamarse fe ciega. Más bien, es la convicción segura de cosas que, aunque invisibles, no obstante tienen la marca de verdad y realidad. Esto entraña la necesidad de tener conocimiento exacto como la base de tal fe. Pablo definió la fe como “la demostración evidente de realidades aunque no se contemplan.” La más grande realidad invisible es Jehová. Sus “cualidades invisibles se ven claramente” y se demuestran por las cosas hechas. Su Palabra, la Biblia, tiene la marca de verdad, como dijo Jesús: “Tu palabra es la verdad.” Tal fe, o convicción segura, es algo potente, vivo, y forzosamente lleva fruto de acuerdo con su base de conocimiento exacto y de entendimiento que se consigue de la Palabra de Dios. Quien posee tal fe está convencido de que Dios es el “remunerador de los que le buscan encarecidamente.” Eso es lo que significa dedicación, el deseo y determinación de continuamente buscar a Jehová, de deleitarse en hacer su voluntad según se registra en su Palabra. Esta fue la propia actitud de Jesús, como se registró proféticamente de él: “En hacer tu voluntad, oh Dios mío, me he deleitado, y tu ley [tu palabra] está dentro de mis entrañas.”—Heb. 11:1, 6; Rom. 1:20; Juan 17:17; Sal. 40:8.
14 Sin embargo, hay otra cosa que Abrahán aprendió de aquel registro temprano que aumentó grandemente su fe en la promesa de un galardón, y también la devoción amorosa que le tenía a Aquel que dio esa promesa. La propia fe y devoción de usted también pueden ser aumentadas. Cuando pronunció juicio en Edén después de estallar la desobediencia voluntariosa, Jehová, a renglón seguido, por decirlo así, expresó una notable profecía. En forma enigmática, ésta incluía una promesa que ofrecía esperanza segura de una remuneración. Predijo que habría enemistad entre la descendencia de la serpiente y la de la mujer, aunque no identificó a ésta. Entonces Dios dijo: “Él [la descendencia de la mujer] te magullará [a ti, la serpiente] en la cabeza,” denotando esto el aplastamiento en derrota y muerte de aquel que usó a la serpiente, es decir, Satanás el Diablo.—Gén. 3:15; vea también Juan 8:44.
15 Eso se entendería como un gran galardón para la descendencia fiel de la mujer. También daría esperanza de liberación del cautiverio al pecado y la muerte, resultado de aquella rebelión original, a los que mostraran fe y devoción a Jehová. El primero de estos fue Abel, el primero de una larga línea de hombres y mujeres de fe alistados en el capítulo 11 de Hebreos. Se menciona a Abrahán allí, y se describe el galardón que él y los demás recibirán como un lugar permanente en el arreglo semejante a ciudad de Dios, donde disfrutarán de las bendiciones de la relación y comunión plenamente restauradas con él en perfección. En realidad, debido a su fe, aquellos hombres y mujeres disfrutaron de esas bendiciones a un grado grande en su propio día, mientras todavía eran imperfectos. Como se indicará más tarde, Pablo muestra en esa misma carta que hombres y mujeres de hoy pueden disfrutar de bendiciones semejantes a un grado a un mayor.—Heb. 11:8-10, 16.
16 Hablando de Abrahán, el registro de Génesis 22:1-18 muestra que a Jehová le agradó darle un galardón muy especial. Después de pasar una prueba severa de su fe y devoción, aun al grado de demostrar que estaba dispuesto, si fuese necesario, a ofrecer su amado hijo Isaac en sacrificio, entonces Jehová reveló que la descendencia, prometida en Edén, vendría por medio de su línea, y que “por medio de tu descendencia ciertamente se bendecirán todas las naciones de la tierra debido a que has escuchado mi voz.” Como Jehová le había dicho antes a Abrahán: “Tu galardón será muy grande.”—Gén. 22:18; 15:1.
BUSCANDO ENCARECIDAMENTE A JEHOVÁ
17 Aunque hemos examinado los pasos preliminares que conducen a una buena relación con Jehová, todavía subsiste la pregunta de cómo establecer y mantener abiertas las líneas de comunicación con él. Esto puede ser un problema grande, aunque resulta que el deseo es casi instintivo dentro de nosotros. Se ha sabido que hombres endurecidos, ateos reconocidos, invocan a Dios cuando se encuentran en necesidad o peligro desesperado. Hasta Caín, el primer asesino, clamó a Jehová: “Mi castigo por el error es demasiado grande para llevarlo,” porque, entre otras razones, como él dijo, “de tu rostro estaré oculto.” Así mismo Eva, aunque estaba condenada, se mostró deseosa de poner en el cuadro a Jehová al tiempo de nacer sus hijos, diciendo: “He adquirido un hombre con la ayuda de Jehová,” y de nuevo más tarde: “Dios ha nombrado otra descendencia en lugar de Abel.”—Gén. 4:1, 13, 14, 25.
18 Como evidencia adicional de que es muy extenso este deseo profundamente arraigado, considere: ¿no es verdad que en la mayoría de las religiones, si es que no en todas, la oración ocupa un lugar prominente en alguna forma u otra en sus servicios? Pero, ¿no es verdad también por lo general que, sea que digan ser cristianos o de otra religión, a lo que se da énfasis es a la rutina y el formalismo, y solo se varía de esto para las ocasiones especiales y las épocas religiosas, como la Navidad y la Pascua florida? Esto incluye sus oraciones, que a menudo o se salmodian o recitan de un devocionario con monotonía. Muchísimos, especialmente en la cristiandad, que desde la niñez jamás han conocido otra clase de servicio religioso, es posible que no pongan en tela de juicio esto. A los que están acostumbrados a ello, esto les suministra una satisfacción emocional. Todo está diseñado con ese fin, incluso el edificio, la música y la indumentaria, y a menudo se le ha agregado cierto misticismo, todo lo cual en conjunto crea un ambiente de exaltación y serenidad. Les parece que han estado en contacto con cosas sagradas, con otro mundo.
19 Cuando se trata de oraciones individuales, ¿no son señaladas a menudo éstas por las mismas características, debido a que los que las rezan han sido enseñados a hacerlo así desde la niñez? Al pequeño se le enseña a repetir ciertas palabras como oración a la hora de las comidas, o cuando se va a acostar. A menudo los adultos adoptan el mismo método, leyendo rezos de un libro, o aprendiéndolos de memoria, acompañado esto posiblemente de contar las cuentas de un rosario o algún otro formalismo, como el uso de una rueda de oración.
20 Esto, especialmente al llevarlo a cabo el individuo, a menudo se hace con toda sinceridad, pero, ¿es realmente orar en el sentido verdadero de la palabra? Quizás le suministre un sentido de satisfacción al individuo, pero, ¿le agrada a Dios? ¿Dice él que oirá y contestará cualquier forma de oración, con tal que sea sincera? ¿Nos deja a nosotros decidir lo que es acepto en cuanto a esto? Colectivamente, ¿tiene alguna organización religiosa, prescindiendo de lo grande y antigua que sea, el derecho de decidir tales asuntos por su propia autoridad, confiando fuertemente en la tradición, como a menudo sucede?
21 Acabamos de decir que a menudo se efectúan formas y expresiones de adoración sin ponerlas en tela de juicio. Pero, ¿no es un rasgo señalado de nuestro día el no dejar nada sin ponerlo en tela de juicio, de manera que, en cambio, se adopta una actitud muy criticadora? La generación más joven no se inclina a dar ninguna cosa por sentada. Muchos no están dispuestos a respetar nada, a excepción de cosas materiales, como el progreso en los logros humanos, o algún héroe político militar. Como resultado, tanto dentro como fuera de los círculos religiosos, sin duda se puede decir que la mayoría de la gente ha olvidado el orar, salvo los que llevan a cabo un formalismo y creen que están orando al usar el rosario o salmodias.
22 Sin embargo, creemos que hay un sinnúmero de personas que, si se les ayudara de la manera correcta, tendrían mucho gusto en aprender a orar con la seguridad de que sus oraciones fueran aceptas al gran Creador. Como se ha mencionado, tampoco se puede determinar esto sobre la base de autoridad humana, ni puede dejarse a los sentimientos o emociones de uno. El aprender a orar no es asunto de aprender palabras. En cambio, siguiendo la línea ya emprendida, nos dirigiremos a la Palabra de Dios, la Biblia, con expectativa llena de confianza. Hemos descubierto que suministra información útil en cuanto a los pasos que son necesarios a fin de acercarse a Dios de manera acepta. En particular, descubrimos que el libro de los Hebreos da consejo práctico sobre esta cuestión. Usted recordará que en el capítulo once se registra una larga lista de hombres de fe que disfrutaron del favor y la bendición de Dios. Todos creían que Dios “viene a ser remunerador de los que le buscan encarecidamente.”—Heb. 11:6.
23 Sin embargo, Pablo muestra en esa misma carta, no solo tocante a aquellos hombres de fe, sino tocante a todos nosotros que estamos dedicados a Dios, que hay algo más que tenemos que buscar encarecidamente. En realidad, es indispensable si hemos de lograr el favor de Dios. ¿Qué es eso?
BUSCANDO ENCARECIDAMENTE LA CIUDAD DE DIOS
24 En Hebreos 13:14 Pablo recuerda a aquellos a quienes escribe que “no tenemos aquí una ciudad que continúe, sino que buscamos encarecidamente la que ha de venir.” ¿Qué es esta ciudad que tenemos que buscar encarecidamente? Primero, al referirse a Abrahán, Pablo dice que “por fe residió como forastero en la tierra de la promesa como en tierra extranjera . . . Porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos verdaderos, cuyo edificador y creador es Dios.” Tocante a Abrahán y su hijo Isaac y su nieto Jacob, Pablo igualmente dice que “declararon públicamente que eran extraños y residentes temporales en la tierra,” es decir, abandonaron su lugar en el antiguo sistema de cosas, en la tierra de los caldeos, y no poseían tierra en Canaán. En cambio, Pablo dice, “están haciendo esfuerzos por obtener un lugar mejor, es decir, uno que pertenece al cielo [aunque, sírvase notar, no un lugar en el cielo]. Por lo tanto Dios no se avergüenza de ellos, de ser invocado como Dios de ellos, porque les tiene lista una ciudad.” Más tarde, Pablo identifica plenamente a esta ciudad. Después de mencionar que el Israel carnal se acercó al monte Sinaí bajo el acaudillamiento de Moisés, él entonces, en contraste, dice a los cristianos verdaderos que componen el Israel espiritual: “Mas ustedes se han acercado a un monte Sion y a una ciudad del Dios vivo, a Jerusalén celestial.”—Heb. 11:9, 10, 13-16; 12:18-22.
25 Una ciudad se usa en las Escrituras como símbolo adecuado de una comunidad de personas que viven como una organización estrechamente enlazada bajo un control central. A Juan se le dio una visión de esta “santa ciudad, la Nueva Jerusalén,” y en el libro de Revelación se aclara de qué está compuesta. Juan la ve y la describe diciendo que está “preparada como novia adornada para su esposo,” y luego oye que un ángel identifica a los que en ella participan como “la novia, la esposa del Cordero,” refiriéndose a Cristo Jesús y a la clase de su novia, la verdadera iglesia, o congregación cristiana.—Rev. 21:2, 9; vea también Revelación 14:1, 4.
26 ¿Ve usted la fuerza de este cuadro de la ciudad de Dios? En el cuadro, o tipo, la ciudad de Jerusalén literal, terrestre, situada en el monte Sion, era la amada ciudad capital sobre la entera tierra del Israel carnal de la antigüedad. En realidad, solo unos cuantos israelitas podían decir que tenían ciudadanía en Jerusalén misma. Así mismo en el cumplimiento, Cristo Jesús y la iglesia verdadera con él en el cielo forman la organización capital que rige sobre todo el dominio terrestre de Dios, un arreglo que produce “nuevos cielos y una nueva tierra.” (2 Ped. 3:13) En estos días de la conclusión del viejo sistema de cosas, los cristianos verdaderamente dedicados que tienen la esperanza y ciudadanía celestiales ya han sido restaurados a una unidad estrechamente enlazada. (Fili. 3:20) En estrecha asociación con éstos hay una “grande muchedumbre” de hombres y mujeres dedicados que tienen la esperanza de vida en la Tierra como súbditos del reino de Dios. “Le están rindiendo [a Dios] servicio sagrado día y noche en su templo,” en asociación con el resto de los que componen la casa o templo espiritual de Dios. (Rev. 7:15; Efe. 2:19-22) Con el mismo espíritu como el de Abrahán, Isaac y Jacob, estos hombres y mujeres dedicados de hoy tienen que abandonar el viejo sistema de cosas. Especialmente tienen que huir de esa inicua ciudad simbólica, Babilonia la Grande, el imperio mundial de la religión falsa. En cambio, en prueba de una fe viva, tienen que buscar encarecidamente la ciudad de Dios, su arreglo semejante a ciudad, como se manifiesta claramente entre los testigos de Jehová.
27 Bueno, quizás usted pregunte, pero ¿cómo me ayudará en mis oraciones el hallar la ciudad de Dios? Esperamos con deleite considerar esta pregunta en el siguiente artículo.
[Preguntas del estudio]
1. ¿Qué es esencial para una vida de familia feliz, y cómo se manifiesta esto?
2. ¿Qué cualidades y habilidades hacen surgir el fuerte deseo que tiene el hombre de comunicarse?
3. (a) ¿Qué otro factor está envuelto en esto? (b) ¿Cómo se ve que ambos factores son importantes desde la niñez en adelante?
4. ¿Es prudente circunscribir el ejercicio de estos factores a la comunicación humana?
5. ¿Qué preguntas hace surgir el poseer cualidades excelentes?
6. ¿Cuál es la única manera en que realmente se pueden satisfacer nuestras necesidades y deseos, y cómo se ha hecho posible esto?
7. A los que buscan a Dios, ¿qué estímulo se les da?
8. Para acercarnos a Dios de manera acepta, ¿qué clase de información necesitamos?
9. (a) ¿Cómo pone de relieve la Palabra de Dios el primer requisito? (b) ¿Por qué es razonable creer en la existencia de un Creador personal, y a qué preguntas conduce esto?
10. ¿Cuál fue la base de Abrahán para tener fe, indicándose así qué requisito adicional?
11. ¿Cómo suministra información que vale la pena el registro de la creación del hombre?
12. ¿En qué resultó la desobediencia del hombre, y cómo se da énfasis así a un tercer requisito?
13. ¿De qué manera se ve que los requisitos ya tratados están estrechamente relacionados?
14. ¿Cómo dio Jehová en Edén una fuerte base para fe y esperanza?
15. ¿Para qué bendiciones y galardón abren el camino la fe y la devoción para con Jehová?
16. ¿Qué galardón especial se le dio a Abrahán debido a su fe y devoción?
17. ¿Hay evidencia de que sea general el deseo de poder invocar a Dios cuando se está en gran necesidad?
18. ¿Qué características señalan el papel que desempeña la oración en la mayoría de los servicios religiosos?
19, 20. ¿Es a menudo cierto lo mismo en cuanto a las oraciones individuales? Entonces, ¿a qué preguntas pertinentes lleva esto?
21. ¿Cómo considera a menudo la generación más joven la tradición y la costumbre, y a qué conclusión se puede llegar?
22, 23. (a) ¿Adónde podemos acudir confiadamente por guía tocante a la oración? (b) Al buscar a Dios, ¿qué pregunta se hace surgir?
24. ¿Qué referencia hace Pablo a la ciudad que tenemos que buscar encarecidamente y cómo la identifica?
25. ¿De qué es símbolo adecuado una ciudad, y de qué otra manera se identifica la ciudad de Dios?
26, 27. (a) ¿Cómo se cumple hoy el cuadro de la ciudad de Dios? (b) ¿Quiénes están estrechamente asociados con los que tienen la esperanza de la ciudadanía celestial? (c) ¿Qué pregunta esperamos con deleite contestar?
[Ilustración de la página 12]
Abrahán demostró su fe al estar dispuesto a ofrecer su hijo. “Ahora sé de veras,” dijo Jehová “que eres temeroso de Dios,” y le dio a Abrahán un galardón muy especial

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