miércoles, 8 de junio de 2011

Atalaya del 15 de enero de 1970, págs. 45-51

Un mundo sin fe
“La fe no es posesión de todos.”—2 Tes. 3:2.
¡QUÉ cambios en medio siglo! La generación joven quizás crea que las condiciones siempre han sido como hoy, un mundo sin fe en Dios; pero los ciudadanos de mayor edad saben que no es así. Los miembros de mayor edad de la sociedad están bien conscientes de los cambios estupendos que han acontecido en su vida; y, sea que los hijos de sus hijos les crean o no, los hechos históricos prueban que las condiciones han ido progresivamente de mal en peor. Vuelva atrás las páginas de la historia medio siglo, por favor, y compare las condiciones mundiales con las de los tiempos actuales, y usted discernirá por qué tantas personas hoy tienen poca fe o ninguna fe en Dios o en su Palabra la Biblia.
2 Hace cincuenta años acababa de concluir la I Guerra Mundial. Los libros de historia la llaman la Primera Guerra Mundial, porque era la primera vez en la historia del hombre que había habido una guerra global. Todas las naciones principales de aquel tiempo participaron en la guerra más horrible jamás librada hasta entonces. Centenares de miles de personas murieron en los campos de batalla, y otros millones resultaron heridas. En la secuela de aquella matanza al por mayor, millones murieron de inanición. Otras decenas de millones murieron de peste y enfermedades. En conjunto, fue una terrible experiencia, y el mundo jamás ha sido el mismo desde entonces.
3 Al ponerse de pie los sobrevivientes, todavía tambaleantes por los efectos combinados de la guerra, el hambre y la peste, su perspectiva de la vida era diferente. Casi todas las monarquías de Europa habían desaparecido. Un ‘oso rojo’ llamado “comunismo” se había levantado en la Europa oriental y cautivaba la imaginación de muchos, y a medida que obtenía fuerza, amenazaba con invadir al resto del mundo. Una “Sociedad de las Naciones” llegó a existir en Occidente, y al aclamar clérigos prominentes el nacimiento de esta Sociedad como la “expresión política del Reino de Dios en la Tierra,” millones de personas empezaron a cifrar su fe en ella como la única esperanza de paz que el hombre tenía.
4 Sin embargo, las perspectivas de paz y prosperidad verdaderas pronto desaparecieron de la mente de la gente pensadora, pues dictadores empezaron a regimentar a la gente y el nacionalismo llegó a ser de nuevo el grito de batalla de las naciones fuertes. Pronto se ejerció apremio en las fábricas de armamentos alrededor del mundo para que lograran producción cabal, para llenar los arsenales con armas nuevas y más letales; demasiado pronto la humanidad se encontró enredada en otro conflicto global. ¡La II Guerra mundial, según demuestran las frías estadísticas, fue casi cuatro veces mayor en movilización, en costos y en consecuencias que la I Guerra Mundial! Dado que dos matanzas de tal alcance le sobrevinieron a la misma generación dentro de un período de veinticinco años, ¿sorprende de manera alguna que la fe de muchas personas se debilitara?
5 Además de estos desenvolvimientos políticos y militares debilitadores de la fe después de la I Guerra Mundial, también hubo una revolución económica que tuvo un efecto tremendo en el modo de vivir anterior del hombre. A medida que las naciones empezaron a reedificarse industrial y tecnológicamente en torno de nuevos descubrimientos, las masas de la humanidad se hallaron bajo el ataque continuo del arte de venta de alta presión del materialismo, cuyo propósito era convencerlos de que el hombre puede crear para sí mismo un mundo de holganza con comodidad y placer libre de preocupaciones. Millones compraron esta filosofía y empezaron a adorar al dios del materialismo. Aun las personas que trataban de adherirse a los valores e ideales piadosos que antes tenían se hallaron siendo arrolladas por la gran marea del comercialismo. Las ciudades experimentaron nuevo crecimiento, y a medida que más y más personas se mudaban de las granjas para ocupar los empleos en el comercio y en la industria, los problemas difíciles que crea la vida urbana se multiplicaron. En vez de edificar esperanza y fe, muchas veces estos factores produjeron fricción económica, agitación y hasta guerra franca entre los obreros y los patronos, junto con descontento, desasosiego, desconfianza y otras consecuencias penosas.
6 Cambios en otros dos campos también han sido responsables de poner a las personas en contacto más estrecho unas con las otras —el transporte y la comunicación— que en sí pueden ser una bendición para la humanidad, pero que tan a menudo son factores que contribuyen al ateísmo. Alguien demostró que un aviador podía atravesar solo el océano Atlántico en un vuelo sin escalas, y pronto las líneas comerciales se pusieron a ensanchar los viajes en toda dirección. Los aviones de hélice convencionales fueron reemplazados por aviones de tipo de retropropulsión, que, en cuanto a tiempo, con sus velocidades superiores, tuvieron el efecto de encoger el tamaño del globo terráqueo. Muchas personas jactanciosas, altivas, consideran estos desenvolvimientos con arrogancia complaciente. Para ellos los prometidos aviones comerciales supersónicos del futuro y los experimentos de sondear el espacio sideral son simples escalones en la conquista del universo por el hombre... para ellos una prueba de que no hay Dios.
7 También han acontecido cambios pasmosos en el campo de la comunicación. La radio creció desde su infancia hasta la estatura plena en unas cuantas décadas, solo para ocupar un lugar secundario a un medio más poderoso, el de la televisión. Tanto la radio como la televisión han sido armas mortíferas en las manos de los propagandistas y especialistas de la psicología en masa, que han modelado las mentes de millones según su doctrina pérfida de que “no hay Dios.”
CAMBIOS EN LAS NORMAS RELIGIOSAS
8 En los pasados cincuenta años también se han visto grandes cambios en la moralidad, virtudes y modo de pensar religioso. Durante los furiosos años veinte de este siglo y en los años treinta de la depresión económica, muchas normas religiosas antiguas sufrieron cambios revolucionarios, dejando marcas indelebles y permanentes en la sociedad en general. Las normas morales que regían antes de la I Guerra Mundial se hicieron cosa del pasado. Llegó una nueva cosecha de bebés, muchos de los cuales les nacieron fuera del matrimonio a padres que habían sacudido las restricciones morales de antes de la guerra. Durante los años formativos estos niños de la posguerra fueron entrenados e instruidos por padres y educadores que estaban cultivando ellos mismos conceptos nuevos, y, realmente, extraños, conceptos que eran regados y alimentados por las prédicas filosóficas de un clero hipócrita que abiertamente negaba creer en Dios y en la Biblia.
9 Tan pronto como estos niños empezaron a llegar a la edad de ser reclutados para el servicio militar fueron arrojados a las llamas de la II Guerra Mundial. ¡Ay! estos adultos jóvenes se encontraron en medio de otra lucha global, una que la criatura “mesiánica” de la cristiandad, la Sociedad de las Naciones, no tuvo poder para impedir a pesar de todos sus apoyadores religioso-políticos. Al salir estos adultos jóvenes de este segundo conflicto mundial, vieron que la Sociedad de las Naciones fue revivificada y rebautizada como las “Naciones Unidas,” y muchos de ellos opinaron que este nuevo instrumento traería paz eterna al mundo afligido. Al mismo tiempo esta generación joven de adultos activos suministró los tecnólogos y los brazos para perfeccionar y almacenar bombas de hidrógeno de poder tan aterrador que hacen que las bombas atómicas arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki parezcan en comparación triquitraques de hechura casera.
10 Esa entonces era la imagen de la generación joven de hace un cuarto de centuria. Muchos estaban desprovistos de toda fe, si no a causa de la instrucción de sus padres y educadores, entonces por sus propias experiencias sumamente alarmantes y desagradables de antes de la II Guerra Mundial y durante ella. Allí estaba una generación de adultos jóvenes con poca fibra moral, en su mayor parte, que a raíz de la guerra comenzó a cohabitar, a menudo ilícitamente, y a producir otra nueva generación de bebés. Y son estos jovencitos los que, hoy en 1970, están llegando a la edad de adultos jóvenes.
11 Entre estos jóvenes se encuentran los elementos explosivos de los terrenos universitarios, los provocativos individuos que protestan, los adictos dados a la experimentación con narcóticos, los maníacos sexuales y los jóvenes criminales de la década de los sesenta. Este elemento delincuente solo vive para placeres y emociones, no toma nota de lo que viene, y le importa menos adónde irá a parar este sistema de cosas. ¡Compadézcase de la humanidad cuando esta cría impía trate de apoderarse de las riendas del gobierno!
12 Pregúnteles a ellos y a sus padres, por favor, lo que creen de la religión. “Dios está muerto,” dicen. Para ellos la antigua manera de vivir conservadora está muerta. Tienen nuevas ideas. El “cielo” para ellos es el momento efímero del placer sensual, del que, quizás, disfruten bajo la influencia alucinante de la marihuana, el LSD, o algo peor. ¡Esta es la era de la violencia! La era de la rebelión, rebelión contra todo lo que se asemeje a ley y orden. Este es un tiempo en que más y más personas están cultivando un sentido tergiversado y torcido de lo que es decente, limpio, recto, justo, puro y verdadero. Esta es la generación “beat” que lanza la restricción al viento, y en su lugar cultiva un amor a lo sucio... un grupo social que se está infiltrando en la sociedad, que desprecia todo lo que es piadoso y hermoso en el arte y la música, y en la vida misma.
¿A QUÉ SE DEBEN LOS CAMBIOS?
13 Se ofrecen muchas razones para estos cambios drásticos en el asunto de la fe durante los últimos cincuenta años: adelantos técnicos que han creado un mundo materialista; cambios industriales que han mudado a grandes secciones de la población a las ciudades; cambios radicales en los sistemas educativos; corrupción en los gobiernos; debilitamiento y desplome en los establecimientos que hacen cumplir la ley y en los establecimientos judiciales; cambios sociales en el círculo de la familia, el ambiente doméstico y los vecindarios; además de muchos otros cambios que han acontecido desde que abuelo se quitó el uniforme de la I Guerra Mundial.
14 Sin embargo, se debe reconocer que estos cambios del ambiente en sí mismos solo son factores contribuyentes, no causas primarias. Hoy muchas personas todavía tienen fe firme en Dios, aunque hayan cambiado su modo de vivir (pocas personas en países como los Estados Unidos todavía viajan en un coche tirado por caballos). Este hecho prueba que los cambios industriales, tecnológicos, educativos, sociales y ambientales no son en sí las causas principales de la falta de fe.
15 Si se fuera a señalar acusadoramente con el dedo la principal causa individual del derrumbe de la fe, directa e inequívocamente se señalaría al “dios de este sistema de cosas,” Satanás el Diablo, y su imperio mundial de religión falsa, en el cual la clase clerical oficial de la cristiandad desempeña el papel principal. (2 Cor. 4:4; Juan 12:31; 14:30; 16:11; 1 Juan 5:19) Ningún otro grupo individual de hombres tiene tan fuerte responsabilidad por la triste condición de este mundo.
16 Una declaración tan franca como ésta de seguro suscitará una protesta rápida de los que sacan precipitadamente conclusiones antes de considerar con calma la evidencia. Quizás una persona que protesta inquiera: “¿Cómo puede considerarse al clero piadoso responsable de las actitudes y mala conducta de las personas impías que no van a las iglesias, de los científicos ateos y políticos agnósticos, o de la inmoralidad de los ‘hippies,’ todos los cuales están más allá de la voz y alcance del púlpito?” En contestación, que los hechos históricos respondan. Los antepasados de los bolcheviques eran miembros de la Iglesia Ortodoxa Rusa, así como los antepasados de los miembros del partido comunista de Francia e Italia eran hijos del catolicismo romano. De modo semejante, la mayoría de los padres y abuelos de los adolescentes y adultos jóvenes impíos de la actualidad eran miembros de los rebaños de la cristiandad que iban a las iglesias en su día, y todavía van en muchos casos. Es un adagio antiguo: la delincuencia de adultos engendra delincuencia juvenil, y no es a la inversa. Lo que el niño ve y oye en la casa y en la escuela influye mucho en su derrotero, así como la dirección en que crece la vid depende de cómo la inclinan y dirigen cuando es joven.
17 ¿Cómo pueden los clérigos de la cristiandad esperar que sus parroquianos tengan fe en Dios cuando ellos mismos en sus sermones despliegan tan descollante falta de fe? No es secreto el hecho de que durante la I Guerra Mundial los púlpitos de la cristiandad se usaron como estaciones de reclutamiento para aquella orgía de hacer fluir sangre. ¿Qué pensarían los soldados que regresaban de aquella lucha en cuanto a Dios después de observar en el campo de batalla la conducta de sus capellanes, hombres que afirmaban ser siervos y ministros de Dios? ¿Qué les dirían esas personas desilusionadas a sus hijos en cuanto al Dios que la cristiandad decía que adoraba? De seguro sus hijos tendrían menos fe en Dios que la que tuvieron sus padres cuando eran jóvenes.
18 Entonces vino la II Guerra Mundial, una guerra que no pudo haberse librado sin la cooperación de los clérigos preeminentes de la cristiandad. Si Hitler, Mussolini y Franco no hubieran sido ayudados mucho por los concordatos y tratos secretos hechos con el Vaticano, y si los obispos católicos de Alemania hubieran excomulgado a Hitler y a sus secuaces católicos en vez de apoyar su máquina bélica, no hubiera habido una guerra global en ese tiempo. El apoyo clerical a esa guerra no provino de un solo lado tampoco; los púlpitos de la cristiandad de todos lados se unieron a la lucha e instaron a sus parroquianos a hacer lo mismo.
19 Y, ¿qué hay de los pasados veinticuatro años desde que terminó la II Guerra Mundial? ¿Hemos visto algún cambio de dirección en los sermones destructores de fe pronunciados desde los púlpitos de la cristiandad? ¡Al contrario! Abiertamente y sin reservas el clero niega la creencia en la inspiración de la Biblia. El Jardín de Edén y los acontecimientos del diluvio del día de Noé, dicen, son folklore. El nacimiento de Jesús de una virgen y el sacrificio de rescate de Cristo son simples mitos para ellos. Muchos clérigos, lo mismo que el insensato proverbial, repiten como loros que “no hay Dios” porque ‘está muerto.’ (Sal. 14:1, Mod) ¡Qué hipocresía de su parte, entonces, es el que siquiera digan ser ministros de religión!
20 ¡Cuán ciertas son las palabras de Jesús: “Guías ciegos es lo que son”! “Si, pues,” continuó Jesús, “un ciego guía a un ciego, ambos caerán en un hoyo.” (Mat. 15:14) ¡Y en qué desdichado hoyo de tinieblas y desesperación están todos los que han seguido a estos líderes religiosos ciegos! Se comprende por qué grandes masas de la gente común, a menudo personas analfabetas, son guiadas por el camino incorrecto cuando siguen a sus líderes con confianza ciega. Pero, ¿cómo podrían tales líderes mismos, educados e intelectuales, ser tan ciegos como para tropezar en el lodazal de tinieblas en que se hallan? Ciertamente se necesitaría un poder muy superior al de ellos. Explicando cómo sucede esto, y por qué tanto el clero como sus seguidores están en tal oscuridad mental, el apóstol Pablo dice: “El dios de este sistema de cosas ha cegado las mentes de los incrédulos, para que la iluminación de las gloriosas buenas nuevas acerca del Cristo, que es la imagen de Dios, no resplandezca a través a ellos.”—2 Cor. 4:4.
21 Es, entonces, Satanás el Diablo, “el dios de este sistema de cosas,” quien ha cegado a los líderes religiosos de la cristiandad, y ha efectuado esto por medio de sus hordas de fuerzas demoníacas invisibles que están conduciendo a este inicuo sistema hacia el Armagedón, la batalla de Dios el Todopoderoso. Habiendo recibido una visión de esto con anticipación, el apóstol Juan describe esta situación, diciendo: “Y vi tres expresiones inspiradas inmundas que se parecían a ranas salir de la boca del dragón y de la boca de la bestia salvaje y de la boca del falso profeta. Son, de hecho, expresiones inspiradas por demonios y ejecutan señales, y salen a los reyes de toda la tierra habitada, para reunirlos a la guerra del gran día de Dios el Todopoderoso. Y los reunieron en el lugar que en hebreo se llama Har-Magedón.”—Rev. 16:13, 14, 16.
ÚLTIMOS DÍAS DE UN MUNDO SIN FE
22 La razón principal de este gran aumento de impiedad y falta de fe durante este siglo XX se debe al tiempo muy especial en que estamos viviendo. Es el “tiempo del fin.” Es el tiempo en que el Diablo y sus demonios han sido echados del cielo a la proximidad de la Tierra, un tiempo en que este inicuo está empeñado en hacer cuanto sea posible para destruir toda creencia en Jehová y en sus preciosas promesas. La cronología bíblica y los hechos históricos se combinan para mostrar fuera de duda que desde que estalló la I Guerra Mundial en 1914 este mundo ha estado en su tiempo del fin. El libro de Revelación, capítulo doce, versículos siete al doce, describe lo que sucedió en los cielos invisibles, el cual acontecimiento resultó en las condiciones tan manifiestas en la Tierra desde 1914 como sigue:
23 “Y estalló guerra en el cielo: Miguel y sus ángeles combatieron con el dragón, y el dragón y sus ángeles combatieron pero éste no prevaleció, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. De modo que hacia abajo fue arrojado el gran dragón, la serpiente original, el que es llamado Diablo y Satanás, que está extraviando a toda la tierra habitada; fue arrojado abajo a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él.”—Rev. 12:7-9.
24 El ser desahuciado Satanás, por supuesto, significaría un tiempo de gran regocijo en la región celestial, tal como predijo la visión: “Y oí una voz fuerte en el cielo decir: ‘¡Ahora han acontecido la salvación y el poder y el reino de nuestro Dios y la autoridad de su Cristo, porque ha sido arrojado hacia abajo el acusador de nuestros hermanos, que los acusa día y noche delante de nuestro Dios! . . . A causa de esto ¡alégrense, cielos y los que residen en ellos!’” Pero, ¿qué hay del mundo de la humanidad que vive aquí en la Tierra, a la cual fueron arrojados el Diablo y sus demonios? Para ellos la profecía dice que sería un asunto totalmente diferente: “Ay de la tierra y del mar, porque el Diablo ha descendido a ustedes, teniendo gran cólera, sabiendo que tiene un corto período de tiempo.”—Rev. 12:10-12.
25 Por lo tanto, la Biblia suministra razones sólidas por las cuales el mundo actual no tiene fe en Jehová Dios. Sin embargo, cuando la Escritura dice que “la fe no es posesión de todos,” da a entender que algunas personas poseerían fe. Además, el apóstol continúa, diciendo: “Pero el Señor es fiel, y él los hará firmes y los guardará del inicuo.” (2 Tes. 3:2, 3) Cómo hace esto el Señor, y qué se requiere de parte de usted para que se le haga fuerte en la fe, son algunos de los asuntos importantes que se consideran en el artículo siguiente.
[Notas]
Después de la I Guerra Mundial, el Rdo. George Willis Cooke en un artículo publicado en Unity, de Chicago, declaró: “La actitud de las iglesias en este país, y a un grado aun mayor en los otros países, no ha sido una que inspire fe en su sinceridad. A un grado muy grande han abandonado el cristianismo para abrazar el patriotismo. Se han comprometido a un deseo brutal, vengativo y salvaje de guerras y de todo lo peor que las guerras exigen. . . . Las demandas más crueles, despiadadas y vengativas hechas a favor de la guerra han venido de los púlpitos cristianos de ambos lados.”—Vea The Watch Tower, 1919, página 356.
El Free Press de Detroit del 6 de agosto de 1919, al hablar de la responsabilidad de los clérigos por la I Guerra Mundial, dijo: “Se unieron a los más alborotadores de nuestros jingoístas y patrioteros que abogaban por guerra a cualquier precio para despertar las pasiones belicosas de la gente . . . A casi todos ellos se les podría conferir grado honorario por servicio distinguido en fomentar el juego de la matanza de humanos . . . En realidad los ministros de todos los países beligerantes engendraron tanta pasión y violencia que se pudiera llamar la guerra de ellos.”
El 7 de diciembre de 1941, el mismo día en que Pearl Harbor fue bombardeado por el socio japonés de Hitler y Mussolini en el eje, el Times de Nueva York, bajo los titulares “‘Oración bélica’ a favor del Reich” y bajo el subtítulo “Obispos católicos en Fulda piden bendición y victoria,” publicó lo siguiente:
“FULDA, Alemania, 6 de dic.e—La Conferencia de obispos católicos alemanes reunida en Fulda ha recomendado la introducción de una ‘oración bélica’ especial que ha de leerse al principio y al fin de todos los servicios divinos.
“La oración implora a la Providencia que bendiga las armas alemanas con la victoria y conceda protección a la vida y la salud de todos los soldados. Los obispos dieron instrucciones adicionales al clero católico de guardar y recordar en un sermón dominical especial por lo menos una vez al mes a los soldados alemanes ‘en tierra, en mar y en el aire.’
“El clero católico alemán, aunque objeta fuertemente a ciertos aspectos de la norma racial nazi, siempre se ha encargado de dar énfasis al deber de todo católico para con su país como alemanes leales en la guerra presente.”
[Preguntas del estudio]
1. ¿Quiénes creen que las condiciones mundiales han cambiado, y cómo pueden probarlo?
2. ¿Cuáles fueron algunas cosas que sucedieron a raíz de la I Guerra Mundial?
3. Describa los desenvolvimientos políticos tanto en Oriente como en Occidente después de la primera guerra mundial.
4. ¿Cómo se desbarataron pronto las esperanzas de paz, y en qué conflicto resultó aquello?
5. Describa la revolución económica que la I Guerra Mundial introdujo.
6. ¿Qué desenvolvimientos en el campo del transporte hicieron que algunos perdieran la fe?
7. Irónicamente, ¿cómo se han usado los mejoramientos de los sistemas de comunicación para destruir la fe en Dios?
8. ¿Recibieron los niños que nacieron después de la I Guerra Mundial el mismo entrenamiento que sus padres? ¿Qué cambios morales produjo esto?
9. (a) Cuando la Sociedad de las Naciones no pudo conservar la paz, ¿cuál fue el resultado? (b) Diga qué vino poco después de la II Guerra Mundial.
10, 11. (a) Describa la imagen de la generación joven de hace un cuarto de centuria. (b) En cuanto a los jóvenes de hoy, ¿qué clase de imagen crean de sí mismos muchos de ellos?
12. (a) ¿Qué ideas extrañas tienen muchos de esta generación joven acerca de la religión y la moralidad? (b) A su vez, ¿cómo ha afectado esto su sentido del gusto cultural?
13. Mencione algunas razones que a veces se ofrecen para estos cambios drásticos en el asunto de la fe.
14. ¿Cómo sabemos que estos desenvolvimientos no son las causas verdaderas de que haya un mundo sin fe?
15. ¿Quién, entonces, es principalmente responsable de la falta de fe de este mundo?
16. (a) Pero, ¿qué objeción se suscita tocante a esto? (b) ¿Cómo se puede contestar a esa objeción?
17. ¿Qué clase de registro hizo para sí el clero de la cristiandad durante la I Guerra Mundial, y con qué consecuencias?
18. ¿Cómo pudo haber impedido el clero una guerra global hace unos treinta años?
19. ¿Ha inspirado el clero fe en Jehová desde la II Guerra Mundial?
20. (a) Según Jesús, ¿en qué condición de desdicha se encuentra el mundo de la humanidad? ¿Por qué? (b) Pero, ¿qué hizo que el clero sumamente educado llegara a estar tan ciego?
21. ¿Qué fuerzas invisibles están conduciendo a este mundo sin fe, y hacia dónde van?
22, 23. (a) ¿Qué evidencia hay de que estamos viviendo en el “tiempo del fin”? (b) Describa lo que sucedió en el cielo que está relacionado de modo directo con las condiciones que existen en toda la Tierra en la actualidad.
24. En contraste con el regocijo que hubo en los cielos, ¿qué condiciones hay en la Tierra, y por qué?
25. ¿Cómo sabemos que no toda la gente carece de fe en Dios?
[Ilustración de la página 46]
La filosofía del materialismo, junto con los cambios en el transporte y la comunicación, ha inducido a millones a aceptar la doctrina pérfida de que “no hay Dios”

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